El misterio del portal
El
portal de la habitación de Riku podía transportarlo a cualquier
lugar que quisiera. Ni siquiera necesitaba haberlo visitado antes;
con solo buscar en Internet una imagen del lugar y retenerla en la
cabeza mientras lo cruzaba era suficiente.
Riku
tenía 15 años y llevaba cinco visitando multitud de lugares,
algunos increíbles, aunque otros no tanto. No tenía ni idea de cómo
había aparecido ese portal allí; simplemente, un día no estaba y
al día siguiente sí, y al verlo supo inmediatamente cómo se
utilizaba, como si una voz en su cabeza se lo recordase. Sin embargo,
la frase más importante y que retumbó en su mente durante más
tiempo fue la última: «Nadie puede saber de la
existencia de este portal. Será nuestro secreto».
Hasta
ahora no había tenido ningún problema. Al principio, como era
pequeño, no se hizo demasiadas preguntas, aunque también tardó un
tiempo en comenzar a usarlo, y las primeras veces solo viajaba a
lugares que se encontraban a poca distancia. El portal, o quien fuera
que lo controlase, era bastante inteligente, pues siempre
transportaba al chico a lugares en los que nadie lo podía observar
apareciendo de repente. Para volver a su habitación tenía que
buscar una ubicación cercana en la que tampoco pudiese verlo nadie.
Parecía que el portal se tomaba muy en serio el hecho de ser un
secreto, y el chico aprendió a respetar esto. Además, ¿quién sabe
qué ocurriría si se lo contaba a alguien? A lo mejor el portal
desaparecía y él quedaba como un mentiroso o un loco. No podía
arriesgarse.
Riku
fue creciendo, y con él crecieron tanto las preguntas como las
distancias que recorría instantáneamente en sus viajes. Primero se
atrevió a visitar otras ciudades; luego probó con otros países. Lo
malo es que no podía quedarse mucho tiempo en ningún sitio, porque
su padre sospecharía si siempre se hiciese el dormido. Y había que
comer y cenar a la hora. Alguna vez pensó en utilizar alguna foto
del espacio para viajar allí, pero no se atrevía.
Por
otro lado, tampoco tenía nadie a quien confesar sus dudas sobre el
portal. Si había más personas que poseían uno, él no lo sabía,
igual que nadie conocía el suyo. Además, cada vez tenía más
curiosidad por saber de dónde había salido.
Esta
inquietud fue la que le hizo viajar a la India durante varios días
mientras su padre se encontraba de vacaciones —tuvo que insistir
bastante para que le permitiera no acompañarlo—. Había oído que
allí había un adivino capaz de averiguar información sobre el
pasado y el futuro, y pensó que no habría problema si alguien así
averiguaba su secreto.
Como
llevaba tiempo recogiendo información al respecto, no le costó
encontrar el lugar en el que se encontraba el adivino. Sin embargo,
al tenerlo delante se dio cuenta de un pequeño detalle: no sabía
hablar su idioma.
— Hola,
Riku —saludó el adivino en la lengua del chico. Esto lo asombró a
la vez que lo dejó algo confuso; no recordaba que nadie otorgase
tantos atributos al adivino, que además sabía su nombre antes de
que hubiese dicho una palabra.
— Hola.
¿Conoces mi idioma?
— No
lo necesito. Tú me lo transmites con tu presencia.
— Vaya...
Verás, quería preguntarte por un suceso que ocurrió hace cinco
años. Sin embargo, tampoco puedo darte muchos detalles al respecto
—pensó que quizá podría conseguir información de forma
indirecta, sin contar su secreto—. ¿Crees que podrías averiguar
algo solo con esto?
— Uhm...
No será fácil, pero déjame ver. Necesitaré coger tu mano, Riku.
El
muchacho se la tendió y el adivino cerró los ojos durante un buen
rato. Cuando los abrió, estaba verdaderamente sorprendido.
— ¿Tienes
algo? —preguntó Riku impaciente.
— Sí,
pero no es de hace cinco años... sino de dentro de cinco.
Riku
se desilusionó.
— Estás
en tu habitación hablando con otro hombre —el adivino había
vuelto a cerrar los ojos para concentrarse en lo que veía—. Te
dice algo sobre un portal.... —de pronto, Riku se durmió.
Cuando
despertó, estaba de nuevo en su habitación. Fue corriendo al portal
de nuevo, pero no estaba allí, por lo que empezó a recorrer la casa. Su padre estaba en la cocina; su
cara denotaba tristeza.
— Papá,
¿qué haces aquí? ¿No estabas de vacaciones?
No
recibió respuesta, ni su padre dio muestras de verlo u oírlo. No sabía qué estaba sucediendo, y se le ocurrió
volver a su habitación a ver si el portal seguía por allí o
realmente había desaparecido. Al entrar, vio a un hombre.
— No
cumpliste el pacto —dijo este, con voz serena.
— Yo
solo...
— No,
déjame hablar a mí —lo interrumpió—. Yo hablé con el Riku de
20 años y le expliqué claramente las condiciones: «Podrás
viajar a donde desees a cambio de retroceder diez años en el tiempo
y no recordar nada de lo que sucedió a partir del momento en el que
tengas el portal, excepto las instrucciones para usarlo. Si alguien
te descubre, morirás». No te lo pensaste mucho, o quizá debería
decir que él no se lo pensó mucho. Así que antes de irme te lo
recordé: «No olvides que nadie puede saber de la existencia de este
portal. Será nuestro secreto». Has fallado y ahora estás muerto.
Sin embargo, aún puedo darte una oportunidad.
— ¿Cuál
es? —inquirió Riku.
— Puedes
volver al momento en el que te pregunté si aceptabas las condiciones
del portal, pero no recordarás nada de lo que ha sucedido desde que
viste el portal en tu habitación por primera vez con diez años.
Riku
pensó que eso no podía ser peor que estar muerto. ¿No?
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